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Club de Caldes de Malavella
Biblioteca Municipal Francesc Ferrer i Guàrdia

Fiodor Dostoievski per Andreu Nin i Jorge Luis Borges

per:
Biblioteca Municipal Francesc Ferrer i Guàrdia

Retrat of Dostoyevsky per Vasily Perov, 1872

 

L’Albert Mestres ens fa arribar dos textos que ens poden servir d’introducció a la lectura d'estiu del club: Crim i càstig .

Un és el pròleg de la traducció al català d’Andreu Nin que és l'edició que la majoria de nosaltres llegim.

Pròleg d'Andreu Nin

L’altre també és un pròleg. En aquest cas el va escriure Jorge Luis Borges a “Los Demonios” de Dostoievski .

Como el descubrimiento del amor, como el descubrimiento del mar, el descubrimiento de Dostoievski marca una fecha memorable de nuestra vida. Suele corresponder a la adolescencia, la madurez busca y descubre a escritores serenos. En 1915, en Ginebra, leí con avidez Crimen y castigo, en la muy legible versión inglesa de Constance Garnett. Esa novela cuyos héroes son un asesino y una ramera me pareció no menos terrible que la guerra que nos cercaba. Busqué una biografía del autor. Hijo de un cirujano militar que murió asesinado, Dostoievski (1821-1881) conoció la pobreza, la enfermedad, la cárcel, el destierro, el asiduo ejercicio de las letras, los viajes, la pasión del juego y, ya en el término de sus días, la fama. Profesó el culto de Balzac. Envuelto en una vaga conspiración, fue condenado a muerte. Casi al pie del patíbulo, donde habían sido ejecutados sus compañeros, la sentencia fue conmutada, pero Dostoievski cumplió en Siberia cuatro años de trabajos forzados, que nunca olvidaría. Estudió y expuso las utopías de Fourier, Owen y Saint-Simón. Fue socialista y paneslavista. Yo había imaginado que Dostoievski era una suerte de gran Dios insondable, capaz de comprender y justificar a todos los seres. Me asombró que hubiera descendido alguna vez a la mera política, que discrimina y que condena. Leer un libro de Dostoievski es penetrar en una gran ciudad, que ignoramos, o en la sombra de una batalla. Crimen y castigo me había revelado, entre otras cosas, un mundo ajeno a mí. Inicié la lectura de Los demonios y algo muy extraño ocurrió. Sentí que había regresado a la patria. La estepa de la obra era una magnificación de la Pampa. Varvara Petrovna y Stepan Trofimovich Verjovenski eran, pese a sus incómodos nombres, viejos argentinos irresponsables. El libro empieza con alegría, como si el narrador no supiera el trágico fin. En el prefacio de una antología de la literatura rusa Vladimir Nabokov declaró que no había encontrado una sola página de Dostoievski digna de ser incluida. Esto quiere decir que Dostoievski no debe ser juzgado por cada página sino por la suma de páginas que componen el libro. (Prólogo de J L Borges al libro "Los Demonios" de F Dostoievski)

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